El Peso Salado de un "Te Amo" en la Garganta de Hielo
- Piarismendi
- 2 may
- 3 Min. de lectura
El eco gélido de la base rebelde en Hoth mordía mis mejillas, un frío tan punzante que parecía astillar los huesos. Pero era un frío menor comparado con el que se había instalado en mi pecho al verlo arrodillarse, la figura recortada contra la pálida luz de emergencia, la sombra de la carbonita danzando sobre su rostro endurecido.

Sus ojos, esos avellanos traviesos que tantas veces me habían robado una sonrisa en medio del caos galáctico, ahora estaban velados por una resignación amarga. "Lo sé," había dicho, la voz áspera como arena del desierto, y ese simple monosílabo se había clavado en mi alma como una esquirla de hielo.
La urgencia nos arañaba la garganta. El hedor metálico de la trampa se intensificaba, la promesa de su inmovilización pesaba en el aire como una tormenta inminente. Necesitaba decirlo. No había otra oportunidad, otra galaxia, quizás, para que esas dos palabras, tan cargadas de una verdad recién descubierta, encontraran su camino hacia él.
Sentí el temblor en mis labios al pronunciar el "Te amo". No fue un susurro dulce bajo cielos estrellados, sino una exhalación forzada, un grito silencioso contra la inminente pérdida. Las vocales se sentían pesadas, casi sólidas, al abandonar mi boca, como si cada letra estuviera hecha de la angustia acumulada en años de lucha y de una incipiente, y ahora amenazada, ternura.
Pude ver una chispa, una fugaz sorpresa, encenderse en sus ojos antes de que la máscara de Han Solo volviera a caer. Su labio inferior tembló levemente, un temblor que sentí resonar en el aire entre nosotros, más potente que cualquier explosión blaster.
El silencio que siguió a mi confesión fue denso, casi palpable. El zumbido ominoso de la máquina de carbonita se intensificó, llenando el espacio con una vibración helada. Sentí el peso de su mirada, una presión cálida a pesar del frío ambiente, recorriéndome el rostro.
Luego, su respuesta. Tres palabras, dichas con una calma sorprendente que contrastaba con el huracán de emociones que nos envolvía. "Lo sé."
No fue el eco apasionado que mi corazón, recién descubierto en su vulnerabilidad, anhelaba. Pero en ese "Lo sé", en la manera en que sus ojos se aferraron a los míos por una fracción de segundo más, percibí algo más profundo que una simple aceptación. Era una promesa tácita, un reconocimiento de la verdad que acababa de desvelar, un eco silencioso de un sentimiento que quizás, solo quizás, también habitaba en su indomable corazón.
El vapor frío de la carbonita comenzó a envolverlo, un sudario blanco que se tragaba su figura lentamente. El olor acre y metálico se hizo más fuerte, picándome la nariz. Sentí el nudo en mi garganta apretarse aún más, el sabor salado de las lágrimas amenazando con desbordarse.
En ese último vistazo, antes de que el frío abrazo de la carbonita lo inmovilizara por completo, vi una sombra de algo más en sus ojos avellanos. No era amor declarado, no con palabras. Pero era una calidez, una vulnerabilidad fugaz, un eco silencioso de la verdad que acababa de pronunciar en la garganta helada de una base rebelde, con el peso salado de un "Te amo" recién nacido. Y en ese instante, efímero como un copo de nieve derritiéndose, supe que, de alguna manera, me había escuchado. Y quizás, solo quizás, me había entendido.
*¿se imaginan cómo se sintió Leia al escuchar "i know" o "lo sé" como respuesta a su declaración?
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